viernes, 29 de abril de 2011

Capítulo uno: ¡Feliz cumpleaños a mí!

Ya estaba más que mareada con los cartelitos que decían "Feliz Navidad", estaban puestos por todos los rincones de mi casa, cada uno con miles de granitos de escarcha esparcidos por su superficie. Por otro lado, también había carteles que decían "Feliz Cumpleaños, Ale", pocos en realidad a comparación de los primeros. Mis padres siempre juntaban las dos ocasiones como si una fuera más importante que la otra, y a que no adivinan cuál es la menos importante. ¡Sí bien, mi cumpleaños! Tenían la excusa perfecta para combinar el regalo de Navidad con el de cumpleaños y eso era lo que más me molestaba de esta fecha. Nunca la pasaba genial, ya que mis padres estaban ocupados en las compras navideñas, así que me tocaba planear la fiesta yo sola y disfrutarla yo sola ya que mis amigos no querían salir en una fecha tan importante como Navidad. ¡Bah, por favor! Uf, sí, ya sé que me prometí no quejarme este año, pero ¡vamos! ¿Una adolecente que no se queja? Denme algo de crédito por soportar todo esto.  
Mi madre entró con gran parsimonia a la sala de estar y me sonrió.
-Feliz cumpleaños, mi vida-. Reprimí un suspiro y desdoblé mis brazos para darle un abrazo desganado.- ¿Cómo las estás pasando?- Puse los ojos en blanco.
-Mamá por favor, son las siete de la mañana, no he disfrutado mucho que digamos-. Ella soltó su típica risa musical y yo me acomodé un mechón de pelo detrás de mi oreja mientras esperaba a que se terminara de reír. Cuando por fin lo hizo, me apretó más contra su pecho, dejándome sin aire.- A-i-r-e-. Dije entrecortadamente y ella se apartó, riéndose nuevamente. Se alejó hacia la pared para arreglar una guirnalda roja. Puse los ojos en blanco y sacudí mi cabeza. Robóticamente, subí las escaleras hacia mi habitación para tomar mi mochila, hoy iría a pasear al parque.
Miré mi reflejo unos cinco minutos. Tenía unas ojeras levemente marcadas y el cabello despeinado, parecía una escoba para ser sincera. Pasé los dedos por mi cabello, intentándolo domar y cuando mi intento se vio fallido, me puse una coleta, rindiéndome. Suspiré y cogí mi mochila junto con mi celular. Salí de la habitación y al bajar por las escaleras tomé una gran bocanada de aire.
-¡Despierten! ¡Es Navidad y esta chica se va de paseo!- Cerré la puerta a mis espaldas y caminé por la acera. En un momento muy oportuno me taparon los ojos y me aprisionaron las muñecas en mi espalda. Chillé lo más alto que pude, ¡mierda, me iban a violar! Forcejeé y di una patada hacia atrás. Quien fuese ese, estaba retorciéndose de dolor y chillando como una niña. Esperen, esos gritos se oían como...- ¡Carlie!- Me giré y la encontré con sus manos debajo de su rodilla. Sus rizos cafés estaban esparcidos por toda su cara roja.- Oops, parece que te rompí algo.
- Ah, ¿te parece?- Dijo sarcásticamente mirándome directamente a los ojos. Yo asentí siguiéndole el juego y ella entornó sus ojos.- Feliz cumpleaños, estpupida-. Dijo y yo reí.- ¿Qué?- Me miró acusatoriamente.
-Se dice "estúpida", lenta-. Reí aún más fuerte. Se puso del color del tomate y me pegó en el hombro.- ¡Ouch! ¡Qué bastarda!- Dije haciendo una mueca.
-Hablando de bastardas...- Sacudió su cabeza.
-Bueno ya, ¡gracias por el "feliz cumpleaños, estpupida", amiga!- Le di un gran abrazo de oso que casi la tira al piso, pero me devolvió el abrazo aun así.- Oye, iba para el parque...
-Sí, ya. Ya te llamo a tu novio-. Se zafó de mi abrazo y sacó su celular. Marcó unos números y me miró cuando puso el celular en su oído.- Hola, Georg...- Le arranqué el aparato de sus garras y lo guardé en mi bolsillo trasero del pantalón, colgando la llamada.- ¡Oye! ¡Eso es mío!
-George no es mi novio, Carlie, somos amigos-. La fulminé con la mirada.- Y sé que es tuyo, solo lo tomé prestado-. Sonreí con autosuficiencia al verla intentar quitármelo, obviamente yo era más rápida que ella.
-Maldita-. Rodó los ojos y se rindió finalmente. Mi sonrisa se ensanchó y le devolví su celular. Se lo guardó en su bolso cuando yo me giré, nadie me iba a quitar mi paseo al parque, no hoy.- Vale, ya te dejo ir a tu viaje misterioso y solitario-. Espetó soltando un bufido.
-Búscate mejores cosas que decir, amiga-. Me despedí sin girarme.- Adiós-. Caminé hasta el parque de la esquina y una vez allí me senté en una banca solitaria. Me gustaba venir a pensar aquí, este parque siempre aclaraba mis dudas e incluso me daba ideas maravillosas. Una fría brisa de invierno se caló entre mis huesos haciéndome tiritar de frío. Alcé la vista al cielo y vi como se oscurecía poco a poco, no era un crepúsculo, era algo así más bien como si la neblina hubiera tapado el sol. ¿Neblina? ¿De dónde había salido si hacía unos minutos el sol brillaba fuerte en el cielo? Me encogí de hombros y miré fijamente hacia adelante sin ver nada en realidad.
La lluvia azotó mis pensamientos y me hizo mirar involuntariamente hacia el reloj de muñeca. Había pasado una hora en lo que me habían parecido minutos, esto era sensacional. Usualmente me sucedía esto en Halloween, el 31 de Octubre. Entonces recordé que ese día no había ocurrido nada fuera de lo común, a decir verdad, sí estaba fuera de lo común que Halloween fuera un día como cualquier otro. Sacudí lentamente le cabeza, ya me estaba haciendo vagas ilusiones, puede que ese día fuera mi favorito, pero debía aceptar que nunca sucedió. Suspiré y miré hacia mis zapatos, parecían asombrosamente pálidos y sin vida. ¡Ah mierda, eran unos zapatos!
Me levanté dispuesta a irme cuando a lo lejos me llamó la atención una mancha negra. Enfoqué la vista y la mancha cobró vida en un cuerpo de un gato. Un gato negro. ¿En serio? ¿Un gato negro en Navidad? ¡Vaya cosa más extraña! 


************************************************************************************************



-No lo sé, George, es un día muy obscuro para ir por un helado-. Suspiré. Había llegado a casa tan contenta como un gato mojado, y es que lo parecía también. Eran las tres de la tarde y francamente el día había nublado mis sentimientos, lo único que creía capaz de sentir ahora era depresión, cualquier persona estaría de acuerdo con eso. A mi madre parecía no afectarle, como al resto de mi familia, ella había pasado revoloteando por toda la casa cerciorándose de que todo estuviera perfecto para la cena de navidad esta noche.
-Vamos, es tu cumpleaños-. Juro que casi lo vi hacer uno de sus pucheros a través de la línea telefónica. Rodé los ojos y sonreí.- Déjame subirte el ánimo, Ale-. Me puse a jugar con el cable del teléfono mientras me tiraba en la cama soltando un bufido.
-Vamos, ¿tan mal me oigo?- Él rió y me uní a sus risas.- Vale, pasa por mí en quince minutos-. Me rendí y sonreí. Colgué y me quedé mirando el teléfono como una idiota. Tal vez Carlie tenía razón y me gustaba George. Tal vez todos estos años juntos habían ocasionado entre los dos algo más que solo simples y ordinarios amigos. No estaba enamorada de él, de eso estaba medio segura ya que nunca me había enamorado, pero al menos sí me gustaba un poco y tal vez con el tiempo una relación podría florecer.
Tomé mi bolso y bajé las escaleras por segunda vez en este día, mi hermano menor corrió hacia mí apenas me vio. Me abrazó y se quedó prendido de mi pierna, por más que lo sacudía no se soltaba. ¡Simplemente lindo! Debería hacerme una camiseta que dijera "Sarcasm lover", tal vez así nadie me molestaría tanto.
-Ven, Danny, no molestes a Ale-. Mi hermano fulminó con la mirada a mi madre y se zafó de mí. Ella me vio y notó que iba de salida, fulminó mi bolso sutilmente, pero aún así no pasó de desapercibido-. ¿Vas a alguna parte?- Alzó el mentón señalándome intentando parecer desinteresada.
-Es mi cumpleaños-. Apunté seriamente.- Voy a tomar un helado con George-. Ella suspiró, bajando la guardia y dobló sus brazos por debajo de su pecho.- Volveré a las cinco, lo prometo-. Alcé mi mano derecha en señal de juramento y ella asintió resignada. Me despidió con la mano y yo me alejé pisando fuerte hasta la puerta.
Mi amigo llegó en quince minutos con su coche e instantáneamente un rayo cayó a unos metros de mi lado. Un grito ahogado salió de lo más profundo de mí ser y sentí como unos grandes brazos me rodearon, protegiéndome. Había decidido que hoy lo iba a besar, no sé cómo ni cuándo, pero lo haría. Sus ojos verdes me observaban atentos a cualquier ataque de pánico por mi parte, que nunca sucedió.
-¿Estás bien?- Sus manos se ciñeron a mi cintura para que no me fuera a caer. Yo asentí con suavidad ya que no encontraba la voz por ninguna parte.- Vamos por ese helado, ¿sí?- Sonrió con una de esas sonrisas que te derriten. Vaya que me gustaba este chico. ¿Y lo había dudado todo este tiempo? Asentí de nuevo y carraspeé para obtener mi voz de vuelta.
-Claro, vamos-. Quitó una mano de mi cintura, pero la otra la dejó ahí, como si temiera que algo me pudiera pasar si no lo hacía. Caminamos a su auto y me subí en la puerta del copiloto. Miré por la ventana y observé como la extraña niebla se arremolinaba en el cielo. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y aparté la vista de la ventana para ver como George se subía al asiento del conductor. Despeinó su cabello castaño y me miró de nuevo. Sentí cómo su mirada me taladraba y no pude apartar la visa de sus ojos en ningún momento. Tomé una gran bocanada de aire, este era el momento perfecto.- George, te tengo que decir algo-. Hice una pausa escogiendo con cuidado las palabras que estaba por decir.- He estado sintiendo cosas que bueno, no sé lo que en realidad signifiquen, pero me tienen loca y por eso necesito confesarte lo que siento por ti.
-No digas más-. Puso un dedo en mis labios y yo cerré los ojos, esperando su rechazo. Muy pronto su dedo fue remplazado por algo más cálido, algo como... ¡Dios! Me estaba besando. ¡Le gustaba! Tuve que contener un grito de euforia y me concentré en el beso. Mi estómago estaba de cabeza y mi corazón palpitaba a mil. Me enganché en su cuello y sus manos rodearon mi cintura, acercándome a él.
Nos separamos, pero nos mantuvimos cerca uno del otro sin apartar la vista. Un rayo cayó a lo lejos, pero aun así me asustó, haciéndome dar un respingo de susto. La risa de él inundo el pacífico ambiente del auto y yo me sonrojé como un completo tomate. Odiaba esta reacción, nunca significaba algo bueno. Se enfocó en conducir al centro comercial y en ese trayecto ninguno de los dos dijo nada.
Me abrió la puerta como todo un caballero, y eso que ya sabía que no me enloquecía ese acto, y me pasó un brazo por los hombros. Me besó en la coronilla y me acarició el cabello con dulzura.
-Dime que piensas-. Susurró contra mi oído. Me encogí de hombros y me sonrojé.
-Quisiera saber qué es lo que estás pensando-. Mentí. Siempre había visto esta técnica, por llamarlo así, para eludir la primera pregunta. Él sonrió y me volvió a besar en la frente.
-Estaba pensando en la chica más hermosa de todo el mundo, que dudo que todavía sea mi amiga, ¿me equivoco?- Negué con la cabeza. Decidí ignorar algo en mi corazón. Algo que me advertía que nada de esto era bueno, algo que en lo muy profundo de mi alma sabía que estaba cometiendo un terrible error. Sonreí y aparté ese pensamiento de mi mente. Ahora solo quise pensar en un delicioso helado de chocolate. 

Prefacio

-Debes irte, el sol está por salir-. Lo miré, esperando volverlo a ver alguna vez. No quería admitirlo, pero después de todo me gustaba, más de lo que debería.- Nos vemos el año que viene-. Intenté sonreír, pero no podía. Lo extrañaría más de lo debido.
-No puedo venir el año entrante, solo puedo venir cada diez años-. Su mirada se volvió triste y mi media sonrisa se desvaneció. Esto era aún peor, iba a sufrir cada día que no lo veía.- No estés triste, fácilmente me olvidarás-. Sacudí la cabeza y caí en cuenta de que lágrimas corrían por mis mejillas. Se aproximó a mí y miró la ventana con ansiedad antes de acariciarme la mejilla. Ya estaba amaneciendo, no había duda que rayos de sol pugnaban por aparecer en el horizonte.
-Vete, ya va a amanecer-. Murmuré resignada.- Pero ni creas que te vaya a olvidar-. Inhalé profundamente.- Prométeme una cosa-. Cerré los ojos rogando por que dijera el típico "lo que sea".
-Tú solo di y lo hago-. Abrí los ojos luchando contra el impulso de que nuevas lágrimas salieran de mis ojos.  Tomé su cara entre mis manos y lo besé suavemente. Me correspondió el beso hasta el punto en que se volvió rudo, rodeé su cuello con mis brazos e ignoré la leve tensión de su cuerpo. Sus manos rodearon mi cintura y luché por que estuviéramos más cerca el uno del otro. Cuando nos apartamos, nuestras respiraciones estaban agitadas y mi corazón bombeaba a mil por hora.
-Cuando vengas, búscame-. Susurré contra sus labios. Él negó con la cabeza riendo tristemente.
-Debes seguir con tu vida, no tienes futuro conmigo-. Dijo endureciendo su expresión. Bajé la vista claramente herida. Sí tenía futuro con él, lo iba a intentar, pero hoy no. Faltaban unos cinco minutos para el amanecer y no tenía tiempo para idearme algún ingenioso plan. Seguramente pasarían diez años y ya tendría una respuesta.
-Déjame intentarlo-. Supliqué.- Juro que en diez años tendré la respuesta-. Él seguía negando con la cabeza.
-¡¿No entiendes?! ¡No soy para ti! ¡Soy un monstruo condenado a esto! ¡No puedo cambiarlo! - Casi gritó.
-¡No quiero que cambies!- Chillé.- ¡Te quiero como eres! ¡Y me importa un cuerno si eres o no para mí!- Reprimí un sollozo y él me sujetó por los hombros.
-Calma, vendré a por ti-. Sin decir más, me besó y cada vez sus labios parecían necesitar más de los míos, no le culpaba pues tenía la misma necesidad, incluso más fuerte. Mis sentimientos se habían revuelto esta noche, y sabía que no era lo tradicional enamorarse tan rápido, pero estas circunstancias lo ameritaban. Aunque esto fuera el error más grande de mi vida entera, lo iba a disfrutar. Poco a poco sentí como esos labios se desvanecían, dejándome sola en la habitación. Miré por la ventana y en efecto, el sol estaba brillando a lo lejos.
Lágrimas caían por mis ojos incesantemente y es que aún sentía el sabor de sus labios contra los míos.  

Sinopsis

Alejandra es la típica adolescente inconforme con las costumbres de su familia. El día de su cumpleaños -desafortunadamente el 24 de Diciembre- le ocurrirá algo que jamás había pensado. Los hijos de la noche invadirán esta fecha "especial" interrumpiendo todos sus planes a futuro y cambiando su perspectiva sobre el mundo en el que vive. Se sumergirá en este mundo de cabeza cuando James, conocido como el elegido en el mundo vampírico, sea secuestrado por Los Siniestros, una raza se seres sin forma que pretenden acabar a todo hijo de la noche que cruce su camino. 


Alejandra tendrá que rescatarlo y cumplir con la profecía, pero el tiempo se acaba, todo termina al amanecer. ¿Podrá hacerlo? ¿Su lucha será en vano contra Los Siniestros? 


Nunca se puede vivir con la seguridad de que nada se acaba. Todo lo hace.